Extradiegético
Hay días que uno se despierta con el tacto de la arena en las manos, con un grito de infancia, con el misterio que palpita en lo oscuro de una escalera, con unos ojos antiguos, con el vacío de la caída... Y hay otros días en que el despertar utiliza menos acuarela para impregnarnos con una imagen hasta el desayuno y el recuerdo se disuelve como agua sobre tiza.
Hoy era de esos días en los que todo es borroso. Y, en vez de imágenes, mi sueño era una voz que deletreaba un concepto lejano e intermitente. Pero la crueldad puntual del despertador ha asustado la definición conclusa y la luz ha borrado toda posibilidad de argumento rescatado.
Al lavarme la cara la voz ha vuelto a la vida. He recordado la voz última del letargo diciéndome: EXTRADIEGÉTICO.
Extradiegético.
¿He pillado al subconsciente susurrándome una voz narrativa? ¿Me estaría regalando un argumento para un relato?
Quizá he pillado in fraganti a las musas, pero el caso es que se han quedado a mitad y yo sin argumento definido.
Aunque ahora que lo pienso... ¿No sería buen argumento que una voz interior fuera descubierta al alba mientras sugiere el próximo argumento de un escritor?
Me lo pensaré. Lo único que sé es que el narrador será ajeno a la historia y no leerá los pensamientos de los personajes.