Los pasos de Eurídice entre los versos de Antonio Aguilar

Abrir la caja de tormentas puede desangrar la luna o alterar la ley de la gravedad. La palabra armada sobre el verso puede llamar al llanto o a la risa, al escalofrío y al deseo. Puede disimular la vacuidad de la rutina y enfocar la visión de lo real.
Discutía no hace mucho con un escritor sobre el tizne de biografía que dejamos en los textos y la única conclusión que extraje fue: "qué más da de dónde surja la historia". Tiene nuestra mente necesidad de ficción y la literatura busca hacerse real en nuestra mente. Para qué distinguir qué es recuerdo de vida y qué recorte de palabras de otro. No siempre importa. Huellas dejan, al fin y al cabo. Sólo necesitamos que esas huellas parezcan reales en el momento de la lectura.


Nos convertimos en dueños de la ficción que nos recorre página a página. Asesinamos, besamos, huimos, caemos, volamos. Y qué más da si surge la historia de la imaginación o de la vida misma. Más interesante será cómo aparezca ante nuestros ojos.

Encontramos escritores que se confiesan, escritores que se reinventan, escritores que se falsean, escritores que huyen, escritores que crean. Nada importa quién escriba ni el porqué si la palabra cala.

En los siguientes versos hay lluvia que moja sin gotas, silencios con palabras y dientes sin sonrisa. Hablaría algo de su autor pero Antonio Aguilar también aparece en google y con decir que fue accésit del Adonais, premio Antonio Oliver Belmás o Federico García Lorca cumplo con la nota biográfica. Compartimos profesión y algún amigo, aunque le pido sus versos por admiración, no por camaradería.


BIENVENIDA

Se levantó y apenas hizo ruido.
Arrastró su maleta hasta la puerta.
Un tropel de caballos cercenó
la luz de la mañana,
y como quien
no era capaz de descender al hades
detrás del sueño de una eurídice cualquiera,
no hizo nada, tan solo se giró en la cama
para no ver. Duró un instante,
de pronto la ciudad con sus corceles
se hizo dueña del cielo y del infierno.

Y una luz recorrió aquel cielo raso
con su fulgor.
Aún quedaba un rato
antes de que sonasen las alarmas,
y ya no pudo conciliar el sueño.


PASEO

Un recuerdo de entonces solo, dices,
uno que valga el cielo raso,
el titilar de aquellas ramas de un color
rojizo que desnudan el invierno,
el tocón de madera,
el aire fresco de la tarde,
una canción lejana,
el tacto, que recuerde el tacto,
el brazo que rodea la cintura,
tu cuerpo acompasado a su pequeño
cuerpo, la luz, la sombra de la noche
que acecha entre las copas de los árboles.

Un recuerdo tan solo, uno,
dices, para que sea fácil,
para que no nos cueste
olvidarlo, tan fácil
como un chasquido de los dedos

y luego nada.

Antonio Aguilar Rodríguez
(inéditos)




B.S.O.: Nina Simone, "Little girl blue"

5 comentarios:

Antonio Aguilar dijo...

Hola Marta. Muchas gracias por colgar aquí mis poemas y por escribir ese texto tan hermoso. Yo pienso mucho en la pintura de Edward Hopper cuando escribo, no sé por qué, creo que hay algún lazo entre nosotros.

Marta Zafrilla dijo...

Gracias las mías por dejar que este blog haga de lienzo a tus palabras. Creo que también Hopper piensa en tus versos desde alguno de sus cuadros. Sus silencios son un gran calderón que pregunta y angustia sin posibilidad de socorro.
Compartimos colores con Miguel Sánchez Robles, Antonio. Y es que este Hopper no suele dejar indiferente.
Gracias por tu generosidad inédita. Gracias de nuevo por ese "tacto que recuerde al tacto".Con qué elegancia, con qué pasos lentos y certeros avanzan tus palabras.
Susurramos cerveza pronto.

Anónimo dijo...

Uno, desde la humildad de Badajoz, también ama a Hopper. Compartimos amor también con mi apreciada Helène, dama parisina.

Anónimo dijo...

La clave de los cuadros de Hopper es que logran dar cuerpo y materia casi insoportable al silencio. Lo bueno y lo hopperiano de estos poemas de Antonio es que consiguen exactamente lo mismo: el ruido del tráfico desde la cama en una situación de pérdida, antes de que suene el despertador es una delimitación exacta del silencio que lo hace visible bajo la forma de la emoción. La enumeración de objetos invocados por el recuerdo, desde otra vez una ausencia, son como notas musicales que van dando forma a un silencio que se hace tan pesado (en el buen sentido) como el de Hopper. O sea, que molan los poemas.

Anónimo dijo...

Me parece Antonio poeta de los muy buenos, poeta sustantivo, de la emoción. Creo que está volviendo por los buenos pasos, no por los perdidos, sino por los que aún le quedan por descubrir. Antonio Aguilar es amigo mío, y cuando algo no me gusta, se lo digo tan claro como escribo esto. Un abrazo, Marta, y gracias por tu generosidad.