Las grietas del infierno


Ya está aquí la esperada segunda edición de la novela "Las grietas del infierno" de Rubén Castillo. Con una portada arriesgada, un tacto "sensualón" y un inmejorable papel interior nos llega desde Ediciones Tres Fronteras esta intriga de confesiones y dudas.

La historia irá presentando sus piezas una a una; siempre sorprendiendo al lector, siempre convocando nuevas dudas. Este juego de perspectivas logra que nos replanteemos todo aquello que solemos aceptar como verdad sin reflexionar antes qué estamos poniendo en juego con nuestras opiniones.

Conoceremos la acusación de abusos sexuales de un profesor a una alumna gracias a las diferentes miradas de los personajes que los rodean: compañeros, familiares, amigos. ¿Quién puede emitir un veredicto justo sobre una circunstancia que nadie puede probar? Si la acusación es falsa pondremos en tela de juicio la profesionalidad de un docente y si es verdadera y la negamos estaremos facilitando que vuelva a producirse.

"Las grietas del infierno" es sin duda un jarro de agua fría para las mentes que han hecho de la pasividad e irreflexión su único camino.

Homenaje a omenage


Para hacer un homenaje digno sé que debería inspirarme en el texto en cuestión, releer las mayúsculas que Ben Clark titula "Omenage al último post de A. Grado Cero" y escribir algo que enriquezca al lector. Pero sinceramente lo que hoy me apetece es pegar aquí un texto que leí en el blog Del verso y lo adverso 2.0 y dejarme de tonterías que vayan a llevarme directamente al ridículo.
Os diré, eso sí, que estuve dudando entre este texto (extraído del último poemario publicado del autor "MEMORÍA", Editorial Huacanamo, 2008) y el poema Árboles (mágica escalada a la belleza del verso). Quizá ha sido por Schubert (que se tapa los oídos cuando mi padre se sienta al ordenador), por ese bello temblor que atraviesa el poema o por ese final lleno de luz que me he terminado convenciendo de trascribir estos versos mayúsculos. Ahí quedan.


SUELO ESCRIBIR APORREANDO EL TECLADO PORQUE TOCO A SCHUBERT CON LA MISMA MALA HOSTIA. EL RESULTADO, COMO EL SONIDO, NO IMPORTA Y ME CONSUELA SABER QUE LLEGARÁ –PRONTO NO LO DUDEN– LA HECATOMBE BINARIA, EL I-APOCALIPSIS DE LA RED DE CHARLOTTE. HASTA ENTONCES PERMANEZCO AQUÍ, SUSPENDIDO, COLGADO EN EL SENTIDO MÁS TELECINQUERO DE LA PALABRA. NO ME AVERGÜENZA ECHAR DE MENOS LA GAME BOY QUE MI MADRE –QUIEN ME LA COMPRÓ– JURABA ME LLEVARÍA A LA CEGUERA O, Y ESTO SIN DUDA, A LLEVAR GAFAS. HOY VEO PERFECTAMENTE Y ESTOY MÁS GORDO QUE NUNCA. HAY COSAS QUE UNA MADRE NO AVISA. SUELO ESCRIBIR AMENAZADO POR MI RECUERDO TURÍSTICO DE THERESIENSTADT, POR LAS ESBELTAS AMERICANAS QUE NO CREYERON EN EL HOLOCAUSTO HASTA LEER TRES DE LOS 97,297 NOMBRES QUE ALGUIEN ESCRIBIÓ CON TIZA SOBRE EL SUELO DE CHEQUIA. OH MY GOD. MY GOD Y TU PUTA MADRE GUAPA Y LO BUENA QUE ESTÁS CUANDO TIEMBLAS. CUANDO LEO, EN CAMBIO, PIENSO EN KLAUS KINSKI DICIÉNDOLE A ISABELLE ADJANI QUE HAY COSAS MUCHO PEORES QUE LA MUERTE. LEER, POR EJEMPLO. INTENTAR QUE OTRO LEA (MUCHO PEOR) SON, QUIZÁ, DOS DE LAS COSAS QUE SUGERÍA EL MELANCÓLICO VAMPIRO. YO, POR ESO, SUELO ESCRIBIR APORREANDO EL TECLADO; PORQUE SI BIEN ES CIERTO QUE HAY COSAS PEORES QUE LA MUERTE NADIE HA DICHO QUE EXISTAN COSAS MEJORES QUE LA VIDA.

Sueño con serpientes


Sueño con serpientes otra vez.
Quizá en otra ocasión fuera la voz de Silvio Rodríguez la que me susurrara una imagen atroz donde una serpiente marina me llevó hasta las profundidades del mar ("con mucho más infierno en digestión"). Pero esta noche me vencía una serpiente de acuarela; su movimiento era líquido y sus colores envolventes me arrastraban al interior de un lienzo infinito y blanquísimo. La sorpresa inicial dejaba paso a una sensación de libertad plena, de perfecta armonía conmigo misma y creo entender ahora que también con cierto arrebato creativo. Cuántas veces no hemos sentido encarnadas las connotaciones voraces del rojo o nos ha calmado la tibieza del azul. Quién fuera pincel y pintura simultáneamente. Quién pudiera dejarse llevar como una gota diluyendo sus emociones con agua y desbocando sentimientos a color.
Trasvaso aquí unos versos, los más cercanos que tengo a la furia poderosa del pincel.



La luz del relámpago

1
En la mirada
se destiñe el horizonte,
su laxitud de mapa abierto
al sol.
Intuyo,
con la solemnidad
del universo que parpadea,
que sobre el papel descansa
el viento de los días, y que sueñan,
como niños huérfanos,
los paisajes deshabitados.

2
Renombro los matices y descubro
con feroz ingenuidad
que es preciso el color
para que una mariposa alce el vuelo.

3
Asumo la impiedad de las horas,
el látigo de la tarde
que abre el reloj en dos.
Y avanzo
por la tibieza especular
de los pinceles,
curiosa e ignorante,
hasta descubrir
que en las cajas de acuarelas
duermen sigilosos los atardeceres.

4
Una sirena ladra naranja
desde mi caja de pinturas.
Es un tren a punto de partir.
Después dibujo mi boca
y te nombro con colores imposibles
mientras invento volúmenes
y descifro sombras.

5
Pintar un girasol
es acelerar el amanecer.


6
Nadan los peces
en el charco del recuerdo
y la verdad del ayer
crece en los pinceles.

7
Pinto en los márgenes del tiempo
y entro en el lienzo
abriendo el futuro.
No es suficiente
con tener memoria.


8
No hay mejor imagen
que el mañana abierto.
Cada matiz
se suma para construirte.


9
Es un la menor
la sonoridad de tu azul.
Ciñe tonalidades desarmadas
que te enlazan
con la luz del relámpago.

10
Soy un disparo contra el tormento.
Mientras delineo
tus contornos despojados
llueve como quien se deshace.



De "Épica de la nada", 2007.


B.S.: Mi prima y sus pinceles, Josele Santiago