Mi vida sin mí

Tengo por fin en casa la película "Mi vida sin mí", extraordinaria obra de Isabel Coixet que me deshizo en lágrimas y me erizó el alma en su momento (se estrenó en 2002). Con una fotografía susurrante, un guión exacto y unas interpretaciones geniales (geniales las niñas, genial Anna Polley, genial María de Medeiros, bellísima Watling), el largo logra una atmósfera fascinante gracias a la siempre bien escogida banda sonora (ésta es de Alfonso de Vilallonga), que como todas las bandas sonoras de Coixet enmarcan con la cadencia exacta los momentos fílmicos. Me he dado cuenta además de que comparto con Isabel gustos musicales pues gracias a ella he descubierto a Leslie Feist y Amy Winehouse, entre otros, y porque me dio un vuelco el corazón cuando descubrí la hechizante voz del gran Antony en "La vida secreta de las palabras". Espero que cuando pueda encontrar "Invisibles", su último largo que según la sinopsis en un documental impregnado de melancolía, encuentre la belleza de imágenes a la que Coixet nos tiene acostumbrados.


2 comentarios:

Fernando Alcalá dijo...

Me encantó esa película. Recuerdo que se me encogió el estómago en cierta escena, porque estábamos apenas cuatro personas en el cine y alguien de las filas de atrás comenzó a llorar con mucha fuerza.

A mí Coixet me encanta (menos en "A los que aman"), me da la sensación de que, a veces, compartimos la manera de ver el mundo. Es súperreconfortante sentir eso frente a la pantalla de cine. Sin embargo, de sus pelis, mi favorita es "Cosas que nunca te dije". No sé si ahora me gustaría tanto como cuando la vi (ya se sabe, la adolescencia y esas cosas, que cuando algo te llega por primera vez, pues se te clava), pero siempre busco el helado "Capuccino Commotion".

Marta Zafrilla dijo...

Añado aquí el fragmento de un texto de Miguel Sánchez Robles.
Espero que compartan conmigo la admiración por la metáfora de este escritor. Me encanta cómo ve debajo de las cosas, cómo abre la rutina en dos y la destripa para extraer crueles verdades.

"Ahora ya no soy ni niño, ni joven, ni muchacho. Ahora soy siempre como esa mujer de la película “Mi vida sin mí” que llora en el supermercado porque no queda capucchino commoution. Pero es tan bonito estar vivo. Es tan bonito pensar esto mientras has cerrado los ojos para soñar un poco. Es tan bonito seguir amando cosas. Yo amo mucho lo que huye y lo que fuimos. Amo mi infancia muerta y la belleza marchita de los rostros adultos de la gente que pasa por la calle. Amo los sueños rotos y perdidos. Amo a los mendigos que piden limosna como un asno pasmado debajo de la lluvia. Amo a las mujeres ancianas que se parecen un poco a la madre de “Psicosis” y se ponen abrigos de pieles y van con ellos puestos a misa de siete por la tarde y al volver a casa compran torrijas en una confitería y se las llevan en un paquete de papel colgado de los dedos por el cordón del precinto. Y también adoro esos instantes en los que el alrededor de tu vida vuelve a ser azul claro, y esas bicis atadas que son como una escena de la especie, una hermosísima escena de la especie."