Alfredo Tierraseca afirmaba que la muerte lo venía persiguiendo desde hacía semanas como una amante celosa. Le costaba conciliar el sueño, pues atisbaba una sombra ladina en cada rincón de la noche. Poco a poco fue perdiendo el apetito y su rostro se convirtió en una pálida careta. Un día no volvió a la oficina. Dejó de llamar a los amigos. Se apartó de su familia. El acecho de la muerte era su único pensamiento. No tardó en comprender que sólo rindiéndose a su amor le dejaría descansar por fin en paz.
Amigo diseñador, querido manitas, adorado creativo, estimada pintora... Olvidasteis mi cumpleaños y mi santo, los Reyes Magos se dejaron mi regalo en alguna chimenea de Belén y nunca recordáis el día que nos conocimos. Las pocas ocasiones que habéis recordado una fecha especial no sabíais qué regalarme o no habéis encontrado la tarjeta de crédito. Sé que es grosero por mi parte deciros lo que quiero que me regaléis en cuanto tengáis ocasión, pero ya os aviso que sólo es necesario un poco de maña y otro poco de imaginación. Os doy tres opciones posibles por si la creatividad os abandona: una lámpara donde colgar pendientes (puede incorporar agujeritos o una pantalla imantada), unas matrioskas de la guerra de las galaxias (podéis elegir otro motivo si lo creeis apropiado; ¿quizá los muñecos de Fraguel Rock?) o un cubo de Rubik con mis Pantone favoritos. Por falta de ideas que no sea.
Impulso y pereza, entusiasmo y nostalgia, calma y nervio, compañía y soledad. Hoy no pienso ayudar a ninguna de mis personalidades a imponerse a las otras. Ahí va una canción para esas mañanas confusas. Si supiera cómo, la conectaría de alarma en mi despertador.
La lluvia de Mi vida sin mí, la samba descalza de Eliane Elías en Calle 54, la mirada de Sinatra a Grant mientras Sophia Loren baila en Orgullo y pasión, el piano de Ignacio Cervantes en Fresa y chocolate, la gallina huyendo en la favela de Cidade de Deus, la planta 7½ en Cómo ser John Malkovich, las peleas de Cahit y Sibile Contra la pared, los tonteos robóticos de WALL-E, los enfrentamientos verbales de Thompsons y Branagh en Mucho ruido y pocas nueces, la madre de Requiem por un sueño, la voz de Luis Tosar en La flaqueza del bolquevique, el concierto nº3 de Rachmaninov en Shine, Amelie de rojo tirando piedras al río, el cartel de Coca-cola en Good bye Lenin, el no escenario de Dogville, Hugh Laurie al piano en Los amigos de Peter, el fetichismo de Hopper en Terciopelo azul, las grabaciones de Ricky en American Beauty, el alienado Pitt en 12 monos, Mía Maestro cantando en Tango, Rufus Wainwright en La edad de la ignorancia, las aristas de Cube, el concurso de escenas cinematográficas de Soñadores, los cerdos en El último viaje del juez Feng, el perro de Mejor imposible, el baile de los panecillos de La quimera del oro, los caballeros que dicen "ni" en Los caballeros de la mesa cuadrada, el blanco y negro a lo "perro andaluz" de Pi, la reunión de mafiosos en Una terapia peligrosa, la Santa Compaña de Amanece que no es poco, el niño de La lengua de las mariposas tirando piedras al maestro, la luz de amanecer continuo, la venta de versos y Benedetti recitando en alemán en El lado oscuro del corazón ...
El montaje final de besos de Cinema paradiso, el envoltorio de piruleta de Azul, el gatito de La dolce vita, la vía del tren de El sur, la puerta-ojo de Centauros del desierto, el bailecito de Lauren Bacall en Tener y no tener, el vestido de Maggie Cheung subiendo las escaleras In the mood for love, la borrachera de colonia en El marido de la peluquera, la amistad entre Cary Grant y el leopardo de La fiera de mi niña, la risa de Bowie en Dentro del laberinto, el silencio protagonista de Hierro 3, las medias tendidas de Irma la dulce, Tippi Hedren descalzándose en Marnie la ladrona para montar un caballo negro, la cámara fotográfica de la última cena de Viridiana, el pie de la Lolita de Kubrick, la carrera en el puente de Jules et Jim, la nuca de Jean Seberg en Al final de la escapada, la espalda de Catherine Deneuve en Belle de jour, el elefantito de El libro de la selva, Malkovich escribiendo una carta sobre el cuerpo de Thurman en Las amistades peligrosas, la conversación sobre hamburguesas de Pulp fiction, el encuentro de personalidades en El club de la lucha, la ingenuidad de las trenzas de Zhang Ziyi de Camino a casa, el clarinete de "Rapsodie in blue" al comienzo de Manhattan, los falsos recuerdos de Rachael en Blade Runner, el "Put the blame on mame" de Gilda, la colección de fotos de Auggie en Smoke, el tinte "ruina azul" sobre la nieve de Olvídate de mí, los saltos de Kusanagi en Ghost in the shell, las luces de neón de My blueberry nights, la peluca rosa de Johansson en Lost in translation...
El cruce de caminos de la vida nos acerca y nos aleja, nos reencuentra y nos distancia de aquellas personas que han marcado nuestros pasos. Corren ya más días entre cada encuentro con una de esas amigas para toda la vida. Algo habrán tenido que ver sus viajes y trabajos, que le han llevado por varios continentes, pero cierto es que no pasa el tiempo y que un abrazo o la primera risa bastan para abrir la naturalidad de quien conoce cada gesto y cada silencio del otro. No era lugar para el reencuentro tras largos meses, todo hay que decirlo, un pasillo de urgencias, pero allí nos encontramos y bastaron unos minutos de charla de hospital y una casualidad radiofónica para que haya decidido dedicarle a mi Sardineta (apodo cariñoso) esta entrada musical. Aunque he encontrado un vídeo mejor (con Amelita interpretando en directo la canción de Piazzolla y Ferrer) cuelgo un vídeo donde aparece la música exacta de la primera versión que escuché de la "Balada para un loco". La que memorizamos juntas, la que desentonamos juntas.
Adjunto también la letra para que la puedan descifrar mejor:
BALADA PARA UN LOCO 1969
Letra: Horacio Ferrer. Música: Astor Piazzolla.
Para recitar
Las tardecitas de Buenos Aires tiene ese qué sé yo, ¿viste? Salgo de casa por Arenales, lo de siempre en la calle y en mí, cuando de repente, detrás de ese árbol, se aparece él, mezcla rara de penúltimo linyera y de primer polizonte en el viaje a Venus. Medio melón en la cabeza, las rayas de la camisa pintadas en la piel, dos medias suelas clavadas en los pies, y una banderita de taxi libre en cada mano... Ja...ja...ja...ja... Parece que sólo yo lo veo, porque él pasa entre la gente y los maniquíes me guiñan, los semáforos me dan tres luces celestes y las naranjas del frutero de la esquina me tiran azahares, y así, medio bailando, medio volando, se saca el melón, me saluda, me regala una banderita y me dice adiós.
Para cantar:
Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao, no ves que va la luna rodando por Callao y un coro de astronautas y niños con un vals me baila alrededor... Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao, yo miro a Buenos Aires del nido de un gorrión; y a vos te vi tan triste; vení, volá, sentí, el loco berretín que tengo para vos. Loco, loco, loco, cuando anochezca en tu porteña soledad, por la ribera de tu sábana vendré, con un poema y un trombón, a desvelar tu corazón. Loco, loco, loco, como un acróbata demente saltaré, sobre el abismo de tu escote hasta sentir que enloquecí tu corazón de libertad, ya vas a ver.
Para recitar:
Y así el loco me convida a andar en su ilusión súper-sport, y vamos a correr por las cornisas con una golondrina por motor. De Vieytes nos aplauden: Viva, viva... los locos que inventaron el amor; y un ángel y un soldado y una niña nos dan un valsecito bailador. Nos sale a saludar la gente linda y el loco, pero tuyo, qué sé yo, loco mío, provoca campanarios con su risa y al fin, me mira y canta a media voz:
Para cantar:
Quereme así, piantao, piantao, piantao... trepate a esta ternura de loco que hay en mí, ponete esta peluca de alondra y volá, volá conmigo ya: vení, quereme así piantao, piantao, piantao, abrite los amores que vamos a intentar la trágica locura total de revivir, vení, volá, vení, tra...lala...lara...
"Conmigo no tienes que fingir. No tienes que decir nada. Si me necesitas, silba. Sabes silbar, ¿no? Sólo tienes que juntar los labios y soplar. Y yo acudiré a tu llamada".
"Y si no pudieras dominar la situación: ¡Dame un silbidito!"