Galatea sueña con esferas
Galatea sueña con esferas
Crecen esta noche en mí
cementerios de espigas por pestañas
y un deseo líquido palpitándome en los ojos
el trigo se me alarga hacia tu calle dormida
pero tu ventana se me enreda
y me cambia la piel de nombre
de tanto imaginarte
deberíamos citarnos dormidos
tu techo y el mío unidos por un sueño
a las 6 y 85
entre el laberinto de cebollas y la escalera de cristal
para reconocernos
-pues la apariencia onírica cambia de improviso-
tú llevarás terrones de azúcar en los bolsillos
y yo un mantón de Manila por zapatos
llevaré el rostro del último orgasmo
prométeme tú usar
los ojos del primer beso
si no consigues encontrarme
pregunta por mí al centauro de la autopista 19
recuerda que me conoce como la ciudad de los cajones
(olvidó mi nombre en una carrera de tigres)
él sabe dónde jugamos al mus
la orquídea negra, el río, yo y la luna
intenta no equivocarte
en la última curva del barrio chino
encontrarás un precipicio
donde los quinceañeros enamorados
caen sin remedio
no caigas tú,
pues has de encontrarme
con el alma de par en par
soñado y mío
de lograrlo, prometo no ponerme celosa
si me desdoblo en diez
y te acaricio como lluvia en celo
te adoraré como si estuviera despierta
posaré mis serpientes sobre tu vientre descalzo
y regalaremos a los pájaros sinestesias
con mi boca en tu oído saboreando tu tacto desnudo penetrándome
mi deseo sólo se diferenciará del real por el tic-tac de los relojes
aquí no serán cárcel de labios
sino hamacas líquidas en que adormecernos a la caída de la luna
ah, si no te logro encontrar y despierto
me temo la cama desierta
y el hueco de tu nombre en mi sábana
me temo una noche de insomnio
dibujándote en las espirales de la oscuridad
promete acudir a la cita
y quitarme los cementerios de la mirada
beberme los labios
darme tus penúltimos 500 besos.
Crecen esta noche en mí
cementerios de espigas por pestañas
y un deseo líquido palpitándome en los ojos
el trigo se me alarga hacia tu calle dormida
pero tu ventana se me enreda
y me cambia la piel de nombre
de tanto imaginarte
deberíamos citarnos dormidos
tu techo y el mío unidos por un sueño
a las 6 y 85
entre el laberinto de cebollas y la escalera de cristal
para reconocernos
-pues la apariencia onírica cambia de improviso-
tú llevarás terrones de azúcar en los bolsillos
y yo un mantón de Manila por zapatos
llevaré el rostro del último orgasmo
prométeme tú usar
los ojos del primer beso
si no consigues encontrarme
pregunta por mí al centauro de la autopista 19
recuerda que me conoce como la ciudad de los cajones
(olvidó mi nombre en una carrera de tigres)
él sabe dónde jugamos al mus
la orquídea negra, el río, yo y la luna
intenta no equivocarte
en la última curva del barrio chino
encontrarás un precipicio
donde los quinceañeros enamorados
caen sin remedio
no caigas tú,
pues has de encontrarme
con el alma de par en par
soñado y mío
de lograrlo, prometo no ponerme celosa
si me desdoblo en diez
y te acaricio como lluvia en celo
te adoraré como si estuviera despierta
posaré mis serpientes sobre tu vientre descalzo
y regalaremos a los pájaros sinestesias
con mi boca en tu oído saboreando tu tacto desnudo penetrándome
mi deseo sólo se diferenciará del real por el tic-tac de los relojes
aquí no serán cárcel de labios
sino hamacas líquidas en que adormecernos a la caída de la luna
ah, si no te logro encontrar y despierto
me temo la cama desierta
y el hueco de tu nombre en mi sábana
me temo una noche de insomnio
dibujándote en las espirales de la oscuridad
promete acudir a la cita
y quitarme los cementerios de la mirada
beberme los labios
darme tus penúltimos 500 besos.
En Antología del beso. Mitad Doble Editorial, 2009.